jueves, 9 de julio de 2009

Rostros en el Pavimento


El chico de la chaqueta a rayas multicolor avanza por la calle, flanqueado por los postes que se asemejan a sedientas serpientes esperando un descuido de su víctima para abalanzarse sobre ella.
El muchacho se frota los ojos, traga saliva e intenta contener las lágrimas. Sigue avanzando, el sol va desapareciendo en el horizonte y la noche va cubriendo el panorama con su oscuro manto y su densa soledad.
Los rostros cansados de los seres noctámbulos van mutando en máscaras macabras llenas de apatía e incertidumbre.

- Mierda!


El chico de cabello revuelto sigue caminando, no sabe a donde ir pero sólo desea alejarse de todo y hundirse en cualquier rincón. No siente rabia, solo desilusión y un aguijón de frustración taladra fuerte en su pecho agitado. El veneno se va expandiendo y contamina todo lo bello que podía albergar en su interior. La manzana se está pudriendo.
La ansiedad que lo azota desde hace un par de cuadras termina por mancillar su férrea voluntad; saca un cigarrillo de su mochila y un encendedor de su bolsillo, se dispone a prenderlo. El viento castiga su rostro y atrapa la débil llama del encendedor obligándola a morir entre un soplido helado. El muchacho le da la espalda al viento, al destino…
Intenta encender de nuevo su cigarrillo, lo consigue. Con aire triunfador voltea y encara al aire infame, le cuesta, no tiene fuerzas e intuye remotamente a que se debe. Vuelve a tragar saliva.
Sus piernas se mueven más rápido, desea huir, no sabe de quien, supone que de su propia existencia y de todo lo que le agobia.
El cigarrillo simula ser un báculo que le da cierta energía ayudándolo a seguir con la cabeza en alto. El humo esconde su rostro de las miradas lascivas y los rostros carnales en busca de una noche de hoteles baratos, sábanas sucias y sexo fácil.

- Pura mierda!

El cigarrillo se consume por completo, sin nada en sus manos se siente desnudo y vulnerable, las pupilas extrañas siguen clavándose en su rostro, se siente mareado así que decide sentarse un momento en un banca de la plaza de armas, nido de los seres más extraños y de las historias menos pensadas.
Toma una bocanada de aire helado y se estremece del frío que penetra hasta los huesos. Su mano se interna en uno de sus bolsillos y saca un celular de color negro, vuelve a leer ese último mensaje, siente rabia, pero luego se ve aplacada por una honda tristeza. Tiene ganas de arrojar por los aires ese celular y olvidarse de todos esos mensajes ultrajantes que tantas veces han hecho bailar una oblicua lágrima en sus ojos; así como esfumar de una buena vez todos aquellos deseos de ver algún mensaje que lo haga sentir querido.

- No

Se pone de pie, aprieta el celular y vuelve a introducirlo en el bolsillo, sigue con su camino…
Deja atrás la plaza de armas, quien lo observa con una mirada culpable por ver su sufrimiento y por haber sido escenario de tantas vivencias en tan poco tiempo de aquella alma solitaria.
La insipidez emocional es un oscuro mar y él sólo es un triste barco a la deriva, el timón se ha roto y no hay ancla que le permita detenerse a pensar. Observa el pavimento y halla en el un rostro hermoso, tierno y vacío a la vez, las personas se acercan, ven aquel rostro de grandes colores, toman fotografías, ríen y comentan acerca de lo hábil de su creador, un viejo gordo y feo que fuma recostado en un poste y sostiene una botellita con un extraño brebaje en su interior. Mirando con rareza a todos esos estupidos seres que se reúnen extasiados para ver algo tan insignificante como un rostro pintado que será borrado en un par de horas.

- Todos los artistas estamos destinados a ser mierda.

El muchacho por fin siente una lágrima recorrer su recién afeitado rostro. Se siente mierda y sabe porque. Se lo seca con fiereza y huye de esa caverna de mundana faena artística.

- La función debe continuar.

Sube a un bus, una señora gorda lo observa con desdén, un policía flacucho esta a su lado y un muchacho con facciones toscas lo mira con deseo. Se siente dentro de un estómago y él sólo es un componente más de una gran sopa gástrica. La velocidad con la que avanza el bus sacude todos los cuerpos en su interior, suspendido de una baranda, ve su reflejo en el vidrio, y vislumbra lo angustioso de ser un títere, movido por los ásperos hilos de un sociedad que engulle vidas y aspiraciones, encargada únicamente de mover de manera detallada las intrascendentes existencias de sus habitantes. La sutileza social del desamparo y la vaguedad de sentimientos en los que se zambullen los entes casi inertes son el alimento perfecto para una sociedad anhelante de crecimiento a costa de deseos y metas personales.
El cobrador mira con rostro iracundo a los pasajeros, les exige el pago, luego de discutir con un señor tembloroso se acerca al muchacho de ojos vacíos, este le da un sol con aire indiferente, el cobrador se queda mirándolo un instante y luego murmulla " limeñitos de porquería, todos son iguales"
- Soy limeño, pero no me considero uno de ellos. – dice para sí mismo, mientras acomoda en su mochila un diccionario.
(Continuará...)

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