martes, 28 de septiembre de 2010

Un último hilo por cortar...

La chica de los intensos labios rojos se sienta en la silla y empieza a llorar. Se tapa el rostro, no quiere que la vea convertirse en un humano cualquiera. Las lágrimas brotan abundantes, se deslizan como bailando por su suave piel hasta impactar en el frío suelo.

Respira, suspira, inhala y exhala fuerte, muy fuerte, como si deseara que sus pulmones explotasen en una de esas violentas bocanadas de aire, como si anhelara que el último latido de su corazón fuese después de haber tenido sexo conmigo.

No creo que sea por eso. Dudo que quiera morir cada vez que termina de complacer a uno de sus clientes. No, no lo creo, aunque…

La chica de la larga cabellera negra sigue llorando. Su cuerpo desnudo reposa en una desvencijada silla, su respiración entrecortada se entremezcla con los fugaces ruidos de algunos coches allá afuera, donde nada es lo que parece y lo poco que parece se convierte en nada.

Su blanca piel es bañada por la luz de la luna. Viéndola así, parece un ángel…un ángel caído; sin embargo, la cicatriz que me sonríe cínicamente desde su pierna izquierda delata su condición humana.

La chica de los ojos verdes ya no llora, ya no suspira; sólo se cubre el rostro con ambas manos. Aún escucho su respiración.

No sé que decirle, qué hacer. Sólo sigo ahí echado, completamente desnudo y con un sudor denso aún empapándome el cuerpo.

Me siento agitado, me paso el brazo por la frente secándome las diforzadas gotas de sudor que se resisten a morir en el aire viciado de la habitación. Mi boca esta seca, no puedo emitir sonido alguno. Tampoco quiero hacerlo. No pretendo acabar con el silencio fugaz que envuelve la habitación.

No puedo decir que haya paz, me siento perturbado y el olor a sexo que permanece rondando desafiante todavía me embriaga.

Me siento satisfecho, ha sido una noche genial. Es la quinta vez que me acuesto con ella y en las anteriores ocasiones me ha complacido en todo y quiero creer que yo también a ella… hasta ahora.

Una extraña sensación de insipidez se apodera de mí. Me noto absurdamente inquieto y ansioso. Trato de relajarme, pero no lo consigo.

La chica de bello rostro emite un último y fuerte suspiro, retira la mano de su rostro. Puedo ver sus ojos, están tristes, vacíos…

Se para, se dirige a la cómoda, abre el cajón superior derecho y saca un cigarrillo; un único y solitario cigarrillo.

Lo enciende, exhala el humo y cierra los ojos. Una nube gris envuelve su pálida cara. Se mira en el espejo que tiene frente a ella; pareciera como si no le gustase lo que ve, frunce el ceño y hace una mueca de disgusto.

Se voltea súbitamente dirigiéndose a la ventana, se apoya en esta y sigue fumando. Su mirada se pierde en el abanico de luces sombrías de la ciudad.

Sigo en la cama. Permanezco inmóvil e intranquilo a la vez.

Contemplo maravillado su figura, sus senos, sus brazos, lo bien formado de su trasero. Pero algo en ella ya no es igual, parece envejecer cada día que pasa y de una forma acelerada.

Me estremezco de sólo pensar en ello, de ver a mi musa convertirse en polvo. Pero es inevitable y ello me asusta más.

Desde que la vi el primer día sabía que tenía que ser mía. De todo el grupo de prostitutas haciendo suya una esquina, ella sobresalía de entre todas, no sólo por su extraña belleza, sino por su falta de vulgaridad frente a las otras. La elegancia de sus movimientos, lo refinado de su andar, la delicada forma de hablar me lleno por completo los ojos.

Me impactó desde que la vi, quedé totalmente ensimismado con su fisonomía.

Nunca he conversado mucho con ella y la mayoría de nuestras pláticas se resumen en gemidos y quejidos.

No sé nada de ella, y no sé si quiera saberlo. Está bien así… por el momento.

Creo que ella tampoco quiere saber mucho de mí. Intuyo vagamente que no le hace falta saber mucho acerca de sus clientes para dejarlos satisfechos.

Ella me mira como a un cliente más. Eso me molesta. Yo no la miro como a una puta del montón. Para mí, únicamente es mi musa, el ángel que me transporta a dimensiones desconocidas a través de su cuerpo, sus caricias, sus besos.

Debo tratar de comprender que es su trabajo. Que no fornica conmigo por placer o por que le guste o sienta algo especial hacia mí, Lo que hace lo hace por mi dinero. ¡Maldita puta!

La miro nuevamente e intento odiarla, pero no lo consigo. Ella sigue fumando, abstraída en su mundo, sin importarle mi presencia. Es hora de irme, me siento miserable.

Salgo de la cama y empiezo a vestirme tratando de hacerlo rápido e irme en seguida. No lo consigo. Mis músculos se contraen y se vuelve un suplicio subirme los pantalones. Me doy cuenta que la torpeza de mis movimientos es sólo la exteriorización de mi deseo infantil de quedarme y oler su aroma. A la vez, un sentimiento de rechazo y falso defraude van atrapándome, negando la visión clara y limpia que aún tengo de ella, volviéndola mundana y corriente, originando en mí un impulso de huída cobarde. Por fin termino de subirme los pantalones. Ella gira con aire apático hacia donde me encuentro, veo que su boca se mueve. De pronto, sus palabras llegan a mí.

- Siento que hayas tenido que ver este bochornoso espectáculo. Es la primera vez que lloro frente a alguien y la segunda que lo hago en toda mi vida. Tú no pagas por verme llorar.

Dinero, todo gira en relación a mi dinero. Desearía que no existiera, que sólo hubiera una especie de trueque intrínseco entre nosotros. Yo, una compañía para ti; tú, alguien para contemplar embelesado.

Me abruma esta situación y a lo que he llegado a convertirme en esta semana de conocerte… de no conocerte.

Me es difícil expresar lo que siento con palabras. Al fin y al cabo, son ondas sonoras pasajeras que se perderán en el ruido de la ciudad. Muy pocas personas llegan a conocer el trasfondo de éstas, muy pocas personas llegan a hacerlas suyas, muy pocas se aferran a ellas creyendo en su honesta validez. Ese es el problema. ¿Para qué soltar palabras sinceras si te estrellas contra un muro hecho de frases como “Ya lo he escuchado antes”?. ¡Mierda!

Creo que tú eres uno de esos seres.

Me animo a decir algo, no sin que una sensación de aprensión me invada.

- No te preocupes… no sólo pago por…

Me interrumpe de improviso.

- Sí ¡Sí lo haces! No mientas y no pretendas que crea semejante tontería. Tú me pagas porque soy una puta. Tú me pagas por el deseo corrosivo que tienen todos los hombres de fornicar hasta que no sientan sus testículos.

Sus ojos están muy abiertos pero siguen inertes; sin embargo, el tono de sus palabras refleja rabia, rabia contenida en plena erupción.

Arroja el cigarrillo por la ventana, se pone de pie bruscamente y se dirige de nuevo a la cómoda. Remueve violentamente las tantas baratijas que allí alberga. De pronto, da un fuerte golpe sobre ésta.

- ¡Maldita sea! No hay más cigarrillos.

Dirige su mirada hacia mí. Su expresión se ve algo deformada, acentuada por las sombras de la habitación y la tímida luz que se filtra por la ventana.

- ¿No tienes uno? – me dice.

- No fumo – le contesto con actitud firme.

- No lo sabía.

- No sabes nada de mí.

- Tienes razón, tampoco pretendo averiguarlo. Nunca se termina de conocer a una persona.

- Cierto.

- Hay todo un mundo oculto tras una persona.

- Es verdad.

- Entonces… ¿Para qué perder el tiempo tratando de conocer a alguien si sabes que realmente no la conocerás del todo? ¿No es algo frustrante? Una verdadera pérdida de tiempo. Prefiero que todos sean entes extraños que divagan a mí alrededor sin la mayor importancia.

- ¿Para qué intentarlo? Para que por lo menos te quedes con la grata sensación de haber intentado conocer a esa persona y, posiblemente, descubrir parte de su universo. Saber que esa persona, aunque sea de manera inconsciente, te permitió el ingreso a su mundo y hacerle saber que le interesas.

La chica de las largas pestañas me mira con desdén. La palabra “confusión” se proyecta en su rostro. No articula palabra alguna, recorre el piso y el techo con su mirada.

Me observa, siento que me analiza, una extraña aura la envuelve.

Sé que está pensando en algo, pero no dice nada.

Se dirige a la cama y se sienta en el otro extremo dándome la espalda.

- Es hora que te marches.

Me siento utilizado. Aprieto los dientes he intento odiarla nuevamente, pero no lo consigo. Me frustro aún más y me siento estúpido al tratar de decirle lo que siento por ella. ¿En qué desquiciado momento me enamoré de este ser con cuerpo de mujer?

- Eso haré – digo tratando de no mostrar debilidad.

- No quiero que vuelvas más, no quiero ver tu infantil rostro ¿Entiendes? Ya me harte de tirar con un mocoso.

- Y yo con una anciana…

Sé que no quise decir aquello. Mis ojos se humedecen, trago saliva, un enojo inmensurable explota en mí. Termino de vestirme. Escucho como un suspiro se escapa de mi boca. Supongo que ahogaré esta tremenda tristeza en alcohol. ¡Qué gracioso! No tomo. Bueno, supongo que será momento de empezar a hacerlo, ya tengo un motivo.

Mientras camino en dirección a la puerta sintiéndome ridículamente tonto, percibo el enorme peso de la angustia sobre mis hombros.

Vuelvo a escuchar su voz.

- Espera – me dice.

Se acerca a mí y me da una carta. Me acaricia el rostro. Sus ojos ya no están vacíos, puedo percibir en ellos una tranquilidad vencida.

Se da media vuelta y toma asiento en la cama mirando hacia la pared.

- Ahora vete.

Mientras bajo las escaleras del tercer piso de ese viejo edificio, me detengo y leo la carta en voz alta.

- Sé que me quieres, y sé que también te quiero; pero no me perdonaría que vivieras una falsa realidad a mi lado. Me queda poco tiempo y será mejor así. Gracias por permitirme tocar ese bello rostro una vez más. Adiós.

Sin tiempo para pensar y con un nudo en mi garganta, escucho un ensordecedor ruido que revienta mis tímpanos. Me percato que el sonido es de un revólver. Subo las escaleras, sé que provino de la habitación de ella.

Empujo la puerta, no se abre; una patada, tampoco. Retrocedo unos pasos y empujo con todo mi peso. La puerta cede y por fin se abre.

Lo que mis ojos ven me paraliza por completo. Ella, tirada en la cama desnuda; la cama, bañada en un líquido rojo que se escurre por los filos, goteando insolente.

Me acerco. Siento que mi estómago grita y mi garganta se seca por completo. Contemplo el macabro y bello cuadro.

Busco el arma, la encuentro descansando abatida sobre la mano izquierda de mi musa.

Una lágrima recorre mi rostro, luego otra.

Doy unos pasos hacia atrás. Ahora sí es tiempo de irme. Aún sigo pasmado y no atino a otra reacción.

No encuentro respuestas, no hay porqués. Eso me fastidia, pero en este momento no hay lugar para sensaciones de ese tipo, sólo una gran tristeza me mueve.

Veo un cigarrillo tirado en el suelo, lo recojo y lo enciendo.

Es hora de fumar. Extraña forma de acabar mi cumpleaños número 18. Es momento de empezar a vivir de verdad.

El humo raspa mi garganta, pero se siente bien cuando lo boto y siento que con él se va todo lo malo. Grandiosa forma de consuelo.

Mientras avanzo y otra lágrima cae, pienso en que nunca llegué a saber su nombre, no creo que ahora ya importe.

Ahora si me marcharé. Tal vez no vuelva a enamorarme, tal vez escriba un libro, tal vez termine pegándome un tiro y acompañando a mi musa hacia los campos elíseos.

//Paris Pesantes Morán//

martes, 29 de diciembre de 2009

COMPLICIDAD SINIESTRA


- Escuchas?- Susurró entre una sonrisa macabra.

Era el sonido de la muerte, inundando el ambiente de sombras que reinaba en el lugar.
La sangre se arrastraba suplicante entre la oscuridad y una tenue luz escapaba de la calle encontrando refugio en la inmundicia de la habitación.

- Escuchas? Es la muerte llegando por nosotras.

Dijo la más siniestra de ellas, mientras aún devoraba las entrañas de la última víctima.

- Tengo hambre, quiero más carne – dijo la más pequeña.

La más grande, tomó un hacha, se deslizó como una pantera, mientras una ruleta de sombras se formaba en su tétrica cara y su diabólica inocencia. En un movimiento fulminante como el viento, cortó el brazo de la pequeña, la sangre salió disparada en medio de un grito desesperado.

- Ya puedes comer – le dijo, mientras su mirada perversa y juguetona apreciaba el espectáculo carmesí.

En medio del dolor, la pequeña empujaba su masa corpórea hasta el brazo mutilado, lo sostuvo por unos segundos, apreciando, como el líquido rojo, aún caliente, pintaba telarañas. Lo admiró por unos segundos, lo olisqueó y fue abriendo lentamente su boca, clavando sus pequeños dientes en su brazo inerte y arrancando, primero de forma tímida y luego vorazmente trozos de carne muerta, de su propia carne.

- Escuchas pequeña? Es el sonido de la muerte que ya viene por ti. – habló la de cabello oscuro, mientras se acercaba con un cuchillo en la boca.

Los jadeos de la más grande se hacían más y más intensos, sacudían la habitación, los charcos de sangre vibraban. El cuchillo bailaba entre los dedos de una de ellas, la distancia se acortaba y la pequeña solo se limitaba a morder y mascar los trozos de su carne ensangrentada.
En un movimiento rápido y feroz, el cuchillo besó el cuello de la más pequeña y la cabeza de esta impactó en una pared. Hubo un silencio, las otras dos observaban con ojos expectantes el cuerpo decapitado, un fino hilo de saliva se escurrió por la comisura de sus labios, en un par de segundos las otras dos estaban devorando el cuerpo de la pequeña. Luego de saborear el cuerpo aún fresco, las dos se miraron con aire desconfiado, una tomo un hacha, la otra el cuchillo con el que había decapitado a la pequeña.

¿Quién seria la próxima? Aún tenían mucha hambre…
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(sesion fotográfica completa - http://www.hijo-de-ruta.blogspot.com/)

jueves, 9 de julio de 2009

Rostros en el Pavimento


El chico de la chaqueta a rayas multicolor avanza por la calle, flanqueado por los postes que se asemejan a sedientas serpientes esperando un descuido de su víctima para abalanzarse sobre ella.
El muchacho se frota los ojos, traga saliva e intenta contener las lágrimas. Sigue avanzando, el sol va desapareciendo en el horizonte y la noche va cubriendo el panorama con su oscuro manto y su densa soledad.
Los rostros cansados de los seres noctámbulos van mutando en máscaras macabras llenas de apatía e incertidumbre.

- Mierda!


El chico de cabello revuelto sigue caminando, no sabe a donde ir pero sólo desea alejarse de todo y hundirse en cualquier rincón. No siente rabia, solo desilusión y un aguijón de frustración taladra fuerte en su pecho agitado. El veneno se va expandiendo y contamina todo lo bello que podía albergar en su interior. La manzana se está pudriendo.
La ansiedad que lo azota desde hace un par de cuadras termina por mancillar su férrea voluntad; saca un cigarrillo de su mochila y un encendedor de su bolsillo, se dispone a prenderlo. El viento castiga su rostro y atrapa la débil llama del encendedor obligándola a morir entre un soplido helado. El muchacho le da la espalda al viento, al destino…
Intenta encender de nuevo su cigarrillo, lo consigue. Con aire triunfador voltea y encara al aire infame, le cuesta, no tiene fuerzas e intuye remotamente a que se debe. Vuelve a tragar saliva.
Sus piernas se mueven más rápido, desea huir, no sabe de quien, supone que de su propia existencia y de todo lo que le agobia.
El cigarrillo simula ser un báculo que le da cierta energía ayudándolo a seguir con la cabeza en alto. El humo esconde su rostro de las miradas lascivas y los rostros carnales en busca de una noche de hoteles baratos, sábanas sucias y sexo fácil.

- Pura mierda!

El cigarrillo se consume por completo, sin nada en sus manos se siente desnudo y vulnerable, las pupilas extrañas siguen clavándose en su rostro, se siente mareado así que decide sentarse un momento en un banca de la plaza de armas, nido de los seres más extraños y de las historias menos pensadas.
Toma una bocanada de aire helado y se estremece del frío que penetra hasta los huesos. Su mano se interna en uno de sus bolsillos y saca un celular de color negro, vuelve a leer ese último mensaje, siente rabia, pero luego se ve aplacada por una honda tristeza. Tiene ganas de arrojar por los aires ese celular y olvidarse de todos esos mensajes ultrajantes que tantas veces han hecho bailar una oblicua lágrima en sus ojos; así como esfumar de una buena vez todos aquellos deseos de ver algún mensaje que lo haga sentir querido.

- No

Se pone de pie, aprieta el celular y vuelve a introducirlo en el bolsillo, sigue con su camino…
Deja atrás la plaza de armas, quien lo observa con una mirada culpable por ver su sufrimiento y por haber sido escenario de tantas vivencias en tan poco tiempo de aquella alma solitaria.
La insipidez emocional es un oscuro mar y él sólo es un triste barco a la deriva, el timón se ha roto y no hay ancla que le permita detenerse a pensar. Observa el pavimento y halla en el un rostro hermoso, tierno y vacío a la vez, las personas se acercan, ven aquel rostro de grandes colores, toman fotografías, ríen y comentan acerca de lo hábil de su creador, un viejo gordo y feo que fuma recostado en un poste y sostiene una botellita con un extraño brebaje en su interior. Mirando con rareza a todos esos estupidos seres que se reúnen extasiados para ver algo tan insignificante como un rostro pintado que será borrado en un par de horas.

- Todos los artistas estamos destinados a ser mierda.

El muchacho por fin siente una lágrima recorrer su recién afeitado rostro. Se siente mierda y sabe porque. Se lo seca con fiereza y huye de esa caverna de mundana faena artística.

- La función debe continuar.

Sube a un bus, una señora gorda lo observa con desdén, un policía flacucho esta a su lado y un muchacho con facciones toscas lo mira con deseo. Se siente dentro de un estómago y él sólo es un componente más de una gran sopa gástrica. La velocidad con la que avanza el bus sacude todos los cuerpos en su interior, suspendido de una baranda, ve su reflejo en el vidrio, y vislumbra lo angustioso de ser un títere, movido por los ásperos hilos de un sociedad que engulle vidas y aspiraciones, encargada únicamente de mover de manera detallada las intrascendentes existencias de sus habitantes. La sutileza social del desamparo y la vaguedad de sentimientos en los que se zambullen los entes casi inertes son el alimento perfecto para una sociedad anhelante de crecimiento a costa de deseos y metas personales.
El cobrador mira con rostro iracundo a los pasajeros, les exige el pago, luego de discutir con un señor tembloroso se acerca al muchacho de ojos vacíos, este le da un sol con aire indiferente, el cobrador se queda mirándolo un instante y luego murmulla " limeñitos de porquería, todos son iguales"
- Soy limeño, pero no me considero uno de ellos. – dice para sí mismo, mientras acomoda en su mochila un diccionario.
(Continuará...)

domingo, 28 de junio de 2009

En tu Luz...


En tu luz me cobijaré en las noches húmedas
y mi alma será el nido
que arrullará tu amargura en los fríos días.
En tu luz mi sangre se verterá
para crear la fortaleza que nos albergará
y en mis ojos verás la verdad que
en mis palabras no encontrarás.
En tu luz viajaré sin temores
recobrando las fuerzas para
defender el amor que nos abrazará.
En tu luz sentiré la dicha de ser besado
y me aferraré a tu cuerpo anhelando
escuchar esas frases
que acariciarán mi rostro enamorado.
En tu luz yo me convertiré en tu soporte
y en mi espalda desnuda encontrarás
el sendero que perpetuará tus emociones y deseos.
En tu luz podré morir sosteniendo tu mano
y mirando tu pecho sin arrepentirme
de haberte besado y amado
.

jueves, 19 de marzo de 2009

Corre Nena Corre...

La nena logra escabullirse de mis brazos y corre entre las sombras que la casa alberga en su interior. La pequeña llora, grita, eso me excita. No sabe a donde ir, mira a todos lados, no hay vuelta atrás porque yo estoy ahí, el afilado cuchillo que sostengo en mi mano pide a aullidos descontrolados volver a sentir sangre tierna, virgen.
Cierro los ojos y me dejo llevar por el olor de la niña, por sus chillidos pusilánimes, cada vez me excito más de sólo imaginar a mis manos reposar sobre esa tersa piel, a mis dedos deslizarse sobre cada uno de sus poros.
La nena corre, sube despavorida las escaleras, yo la sigo, cauteloso como un lobo acechando a su presa, a su indefensa y apetecible víctima.
Veo su pequeña figura subir las escaleras lo más rápido que sus delicadas piernas le permiten, veo su blanca piel y siento como algo se empieza a mover dentro de mis pantalones. La hora esta llegando nena…
Paso mi lengua por mis labios, sospechando vagamente el sabor de ese joven cuerpo.
La nenita llora, grave error pequeña. Me gusta que mis torturadas víctimas sientan la desesperación de sentirse atrapadas, imaginándose lo que les espera.
Pero no puedes intuir ni siquiera lo que esta apunto de suceder, ni en tus peores pesadillas me encontrarías. Yo no soy un sueño, soy real y lo que haré con tu delicioso cuerpo también.
Sus asustados ojos buscan una salida por donde huir, inocente. Mi casa es una fortaleza, no hay por donde fugarse y los pocos lugares para esconderse no son seguros, son refugios momentáneos que no aseguran que salgas incólume.
Mis piernas empiezan a moverse más rápido, impulsadas por el deseo delirante de bañarme en tus fluidos, en tu sangre.
La ingenua niña ingresa a una habitación pensando que ahí adentro encontrará la salvación. Ilusa.
No hay a donde escapes, lo sabes. Empieza a rogar por tu vida.
Escucho sus sollozos, sus súplicas, trata de gritar pero la misma desesperación la ahoga en esfuerzos vanos por pedir auxilio.
Ahora sólo escucho su respiración acelerada retumbar por toda la casa, ya no llora, solo trata de permanecer callada. Logro escuchar su agitado corazón, avivando así el afán de sentir su respiración en mi nuca y su desnudo pecho contra el mío.
Permanezco inmóvil en el marco de la puerta, el interior esta muy oscuro, sólo llego a observar algunas formas inciertas acentuadas por un discreto silencio que se esmera por reinar en la escena.
Inhalo fuerte, percibo su olor y mi cuerpo se estremece de la dicha.
Mientras doy un paso en el interior voy pensando en como mancillaré ese cuerpecillo, en como saciaré mi sed bebiendo de su sudor, sus lágrimas, su sangre.
Cierro la puerta esbozando la imagen de mis manos arrancando esa suave piel.
Ya no hay a donde correr nena…


sábado, 14 de marzo de 2009

Friday I`m In Love

Un viernes… fue la primera vez que caminamos juntos largas cuadras, en busca de nada en especial, solo de nuestra propia compañía, nuestras sonrisas tímidas, nuestras miradas coquetas y nuestra grata plática, hablando de todo y de nada.
Un viernes… las luces de la ciudad alumbraban nuestras cansadas y emocionadas caras, el bullicio de la vida nocturna compuesta por los alaridos de seres intranquilos pasando por nuestro lado, el séquito de coches uno tras otro encendiendo las arterias urbanísticas con sus vomitivas bocinas y centelleantes calcomanías, parecían al lado tuyo una gran orquesta predispuesta a acompañar tras una alfombra roja nuestro paso.
Un viernes…nuestras manos sostenían copas y brindábamos mientras seguíamos charlando, intentando conocernos más, intuyendo vagamente lo que uno sentía por el otro, o lo que estaba naciendo en aquel recinto, teniendo como fieles testigos de la suave marea de sensaciones a pinturas que parecían cobrar vida producto de nuestras risas, nuestras miradas, nuestros roces…
Un viernes….entramos en un lugar el cual no conocía, del cual me habían hablado pero no me había animado a entrar, tu me llevaste casi de la mano y nos introducimos en aquel espacio donde las luces de colores nebulosos se mezclaban con el sonido de una música a la cual no pertenecíamos pero sin embargo nos sentíamos identificados y extrañamente familiarizados.
Bailábamos como locos, tomando de una forma descontrolada y besándonos de una manera apasionada a la vista de todos aquellos incautos que nos miraban con cara de confusión, sin poder reaccionar de algún otro modo debido al alcohol que se había apoderado de sus frenéticos cuerpos.
Un viernes…nuestros cuerpos fueron a parar a una misma cama, exhaustos por el recorrido inesperado que nuestras piernas e impulsos nos habían invitado a seguir. Anhelando que al despertar volvamos a ver nuestros rostros serenos y llenos paz tras una noche intensa.
Un viernes…me aferre a mi almohada, tratando de llenar de alguna forma el vacío que me embargaba por la incertidumbre de no saber si mis sentimientos eran los adecuados y tus acciones las correctas. Esperando un halo de luz que me permitiera vislumbrar un camino en el cual pudiera sumergirme sin más que mis sentimientos y las ganas de volverte a ver.
Un día antes del viernes…mi corazón dio un salto producto del timbre de mi celular, deseando discretamente que fueras tú quien mandara el mensaje. Eras tú, y me pedías que sintonizara una radio local, me habías dedicado esa canción y mis venas volvían a transportar sangre a mi marchito corazón.
Un viernes… me di cuenta que el miedo que retenía nuestros sentimientos iba perdiendo su poder disipándose tras un manto de claridad.
Un viernes…me dijiste que querías estar conmigo.
Un viernes… nos dijimos un atropellado y ansiado Sí.
Un viernes…volví a amar.

[I DON´T CARE IF MONDAY´S BLUE,
TUESDAY´S GREY AND WEDNESDAY TOO.
THURSDAY, I DON´T CARE ABOUT YOU.
IT´S FRIDAY, I´M IN LOVE.
MONDAY, YOU CAN FALL APART.
TUESDAY, WEDNESDAY, BREAK MY HEART.
THURSDAY DOESN´T EVEN START.
IT´S FRIDAY, I´M IN LOVE.]

(THE CURE – FRIDAY I´M IN LOVE)